La limpieza es un elemento presente en la vida de casi toda la humanidad, pasada y presente. Es un algo que influencia nuestra salud, nuestro día a día, nuestro trabajo e incluso nuestros pensamientos; aunque, en general, se haya confinado este importante principio y disciplina al mero ámbito físico.
Cuántas veces ha llegado el momento de barrer el suelo, ordenar una habitación o quitar el polvo de una estantería, y resignados nos hemos puesto manos a la obra, casi forzándonos a realizar un deber que a menudo nos parece un tedio, y que tratamos de acabar cuanto antes para dedicarnos a otras cosas más placenteras y, sin duda, muchísimo más importantes; como por ejemplo sentarnos en el sofá a ver el fútbol o a navegar por internet con el móvil para averiguar qué opina el famoso de turno sobre la política actual. Sin embargo, si prestamos atención a nuestras acciones diarias veremos quizás que encierran un sentido mucho más profundo de lo que aparentan a simple vista.
Desde que el ser humano primero construyó una casa, fuera de barro o arcilla, ya estableció la importante costumbre de limpiarla. La primera y más básica razón por ello fue evitar enfermedades: la primera línea de defensa contra bacterias y gérmenes es mantener una buena higiene personal y un espacio habitable saneado. Esta es también la principal razón por la que todavía limpiamos; pero hay otras razones menos obvias, aunque igual o más importantes.
Si observamos cualquier lugar de trabajo, cualquier escritorio o despacho de directora, abogado o académico, veremos (o deberíamos ver) que está relativamente limpio y ordenado. ¿Por qué? La primera respuesta que nos viene a la cabeza es: «porque, si no, da mala imagen». Si reflexionamos un poco más, veremos que asociamos un cierto nivel de pulcritud y orden a «una persona importante», o que ocupa un cargo o posición elevada. Pero, hablando con propiedad, inconscientemente relacionamos la pulcritud y el orden con aquellos que nos impresionan y nos sirven de ejemplo e inspiración; es decir: representan un aspecto importante del ideal humano.
Por otro lado, todos reconocemos la importancia de tener un espacio ordenado para estudiar o trabajar. Eso es porque el orden y la limpieza favorecen la concentración, y nos libran de posibles distracciones. Ni qué decir tiene que una casa amontonada de muebles, polvo y suciedad tendrá un efecto muy negativo sobre la concentración, el estado de ánimo e incluso la felicidad de la persona.
Vemos que ya estamos conectando la limpieza con un buen estado de ánimo y humor. Un entorno caótico se refleja en nuestra psique, y, aunque tener una casa limpia y ordenada no es garantía de felicidad, es un factor más que tan sutilmente influye en nuestra mente.
Así pues, el orden y limpieza externos son un reflejo de nuestro orden y limpieza internos, de nuestras ideas y emociones: tenemos que aprender a estructurar nuestra vorágine mental y a depurarnos de pensamientos y sentimientos negativos, para así estar bien ordenados internamente. De esta manera, todas nuestras facultades estarán debidamente sintonizadas y en harmonía, en vez de interferir las unas con las otras como tantas veces ocurre.
Una vez alcanzado este estado de orden interno, de manera natural nos sentiremos mejor, y nuestro entorno lo reflejará. Libres de esos molestos cambios de humor y enfados, podremos relacionarnos mejor con nuestros seres queridos e incluso ayudarlos a estructurar y ordenar sus propios pensamientos; vemos así que la limpieza y el orden no sólo son beneficiosos para nosotros, sino que también ayudan a los de nuestro alrededor.
En esta corta exposición de la Limpieza, hemos visto cómo el simple acto de mantener nuestros alrededores limpios y ordenados pueden llevar a la mejora de nuestras facultades mentales, nuestro estado anímico y las de nuestros seres queridos. ¡Qué maravilla hay en algo tan simple como quitar el polvo de un jarrón antiguo! Con este acto, devolvemos la belleza y el esplendor a este objeto, y en cierta manera, restauramos su forma, su integridad y su juventud, mancilladas por la herrumbre del inexorable paso del tiempo. ¡Quizá con estas ideas bien presentes se nos hará un poco más fácil limpiar el comedor la próxima vez!