Nueva Acrópolis - María ZambranoFue discípula, algo herética, de José Ortega y Gasset, y también de Zubiri y García Morente: María Zambrano acrisola la tradición filosófica occidental recibida por boca de estos maestros del pensamiento y la palabra. Sus preferencias filosóficas fueron los clásicos griegos, Plotino y Spinoza, cuyo pensamiento a la vez ético y metafísico se hallaba más acorde con su propia forma de sentir.

Las influencias
Pero no sólo a los filósofos debe la consecución de su particular forma de pensar, sino también a autores que pertenecen al ámbito de la psicología, de la mística, y de la antropología de la religión. Podemos citar a Jung, en la fenomenología de los sueños, a M. Eliade, H. Corbin o R. Guénon en el campo simbólico, y sobre todo a los místicos Juan de la Cruz y Miguel de Molinos.

La razón poética
Aunque no fue expuesta sistemáticamente en ninguna de sus obras, la razón poética está indudablemente inspirada por la «razón vital» de su maestro Ortega. Ortega pretendió aunar racionalismo y vitalismo: a partir de la evidencia de que el hombre no podía considerarse independiente de sus circunstancias y de que la vida era en sí la única realidad radical, la razón habría de dejar de construir en el aire. Todo conocimiento parte de la vida, y la razón es parte de ella, es razón viviente, por cuanto que vivir, para el hombre, implica el acto de dotar de sentido su existencia. Zambrano, sin embargo, trató de evitar el discurso racional, centrándose más en el personal.

Desde el albor de la historia el hombre ha sufrido el paso de una actitud poética a la actitud filosófica: mientras que la poesía es respuesta, la filosofía, en cambio, es pregunta. La pregunta proviene del caos, del vacío, de la desesperanza incluso, cuando la respuesta anterior, si la había, ya no satisface. La respuesta viene a ordenar el caos, hace al mundo transitable, amable incluso, más seguro. Los dioses son revelados por la poesía, pero llega un momento en que la multiplicidad de los dioses despierta en los griegos el anhelo de unidad. La primera pregunta es la pregunta ontológica: ¿qué son las cosas? Nacida del vacío de ser de los dioses griegos, esta pregunta daría nacimiento a la filosofía como saber trágico. Estos actos trágicos se repiten cíclicamente, porque también es cíclica la destrucción de los universos míticos. Los dioses aparecen por una acción «sagrada», pero también hay un proceso sagrado de destrucción de lo divino. La muerte de los dioses restaura el universo sagrado del principio.

Racionalismo e Historia
El racionalismo es expresión de la voluntad de ser. No pretende descubrir la estructura de la realidad sino que asienta el poder desde una presuposición: la realidad ha de ser transparente a la razón, ha de ser una e inteligible. El racionalismo, como todo absolutismo, de alguna manera mata a la historia, la detiene, porque realiza la abstracción del tiempo. Situado entre verdades definitivas, el hombre deja de sentir el paso del tiempo y su constante destrucción, deja de sentir el tiempo como oposición, como resistencia, deja de saberse en lucha perpetua contra el tiempo, contra la nada que adviene a su paso. Si toda historia es construcción, arquitectura, el sueño de la razón, del absolutismo y de las religiones monoteístas es construir por encima del tiempo. La conciencia, en esa atemporalidad artificial de lo eterno verdadero, no puede despertar, ya que la conciencia surge al par que la voluntad personal y ésta se crece con la resistencia.

El problema que preocupa a Zambrano es «humanizar la historia y aun la vida personal; lograr que la razón se convierta en instrumento adecuado para el conocimiento de la realidad, ante todo de esa realidad inmediata que para el hombre es él mismo». Humanizar la historia: asumir la propia libertad, y ello mediante el despertar de la conciencia personal, la cual tendrá que asumir el tiempo, y más aún: los distintos tiempos de la persona.

Adaptado de un artículo de Chantal Maillard.

JUAN CARLOS DEL RÍO