Una de las inquietudes humanas más constantes es cómo desentrañar los misterios de la mente, cómo conocer aquello que nos hace conocer y calcular su alcance, sus límites, cómo ensanchar el horizonte de aquello que nuestra mente puede abarcar.

Para tales preguntas, la filosofía moderna, con Descartes y Spinoza, nos ofrece respuestas que todavía hoy siguen siendo válidas, por mucho que hayan caído las simplificaciones reduccionistas sobre la obra del primero y una cierta indiferencia para con la del segundo.

Volver a leer a estos pensadores y junto a ellos recordar las propuestas brunianas de la reforma de la mente humana, vuelve a ser camino  fecundo para hallar respuestas para esas inquietudes de siempre. A ellas se suman las obras que desde hace algunos años nos viene aportando nuevos datos de las investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro y las posibilidades de nuestro sistema nervioso.

De todas maneras, la vía de la razón, disciplinada en sus métodos de análisis, ordenada en sus procedimientos, no parece suficiente, con resultar indispensable. Hace falta también, como sugerirían los filósofos citados,  encontrar los caminos de la creación y de la intuición, para que  podamos orientar nuestra reflexión  “sobre las cosas que más importan”, según la frase spinoziana. Y saber abrirnos paso entre las distracciones que nos presenta la vida cotidiana, para no perder el camino, una vez encontrado.

Los sabios de siempre nos recomendaron reiteradamente la práctica de la reflexión, o de la meditación, evitando dejarse llevar por el caótico movimiento de las emociones, que tanto distorsionan el tranquilo fluir de los pensamientos. Un periódico alejamiento de las preocupaciones, un contacto con la naturaleza iban siempre a acompañar la actividad de la mente, con sus beneficiosos efectos.

Estos consejos están en abierta oposición con las continuas invitaciones de nuestra sociedad actual a divagar en ensoñaciones superficiales, o dejarnos llevar por la seducción de las imágenes, que llegan a distorsionar nuestras percepciones internas sobre lo que es la realidad, o lo que de verdad importa.