Se está produciendo un interés renovado por los mitos, tal como se puede comprobar en las numerosas ediciones que se vienen ofreciendo en librerías y quioscos. Hemos tenido constancia de ello también en la temática de las charlas y tertulias que ofrecemos en nuestras sedes, a las que suele asistir un público joven y atento. Proponemos recurrir a ciertas precisiones sobre lo que entendemos por la palabra mito, pues la utilizamos de manera equívoca: como palabra con contenido que remite a una determinada realidad, aunque no sea la cotidiana, y como todo lo contrario, un mito es una mentira, algo que no significa nada, un engaño, una falsa creencia. Sin olvidar el antiguo enfrentamiento u oposición entre el mythos y el logos, lo cual apunta a una diferencia de matiz entre dos formas de conocimiento.

Nueva Acrópolis - Mitos
Platón rodeado de estudiantes en su academia en Atenas. Mosaico (detalle) de la Villa de T. Siminius Stephanus, Pompeya, siglo I a. C. Museo Arqueológico Nacional Romano, Nápoles.

Homero utiliza la palabra mythos en relación con la palabra persuasiva, con la retórica, con la elocuencia, relacionada con los dioses, como herencia de la concepción arcaica del mito como palabra sagrada (hieroi logoi).

Los filósofos presocráticos, al recurrir al mitos, como símbolo, no se proponen persuadir sino formular verdades. De ahí el apeiron de Anaximandro, o el “todo está lleno de dioses de Tales”.

Platón hace referencia al relato en sí al hablar de mitología. Introduce la palabra logos y la utiliza en diferentes ocasiones como si significase lo mismo que mythos, haciendo ver que hay dos modos de hablar de los seres divinos y de los dioses: el logos  y el mythos, que pueden estar unidas en el mismo relato. Sócrates dice en el Fedón (60d): “después de haber hecho este poema al dios, caí en la cuenta de que el poeta, si es que se propone ser poeta, deberá tratar en sus poemas mitos y no razonamientos. Yo empero no era mitólogo”…

En el Renacimiento, Pico de la Mirándola  plantea la necesidad de buscar una verdad primordial, una filosofía secreta, perdida a través de sus huellas, que serían los mitos antiguos.

Las acepciones modernas y latinizadas de la palabra se refieren, por ejemplo, a una “esencia que en su tiempo fue accesible y ahora ya no lo es”, en palabras de Furio Jesi, si bien Creuzer, en el siglo XIX, admitía que los sacerdotes que elaboraron las primeras doctrinas religiosas de la humanidad vistieron los símbolos con ropajes mitológicos y afirmaba que “las ideas constitutivas de las doctrinas religiosas brotan de los símbolos como un rayo que llega de las profundidades del ser y del pensamiento”.

Karl G. Jung, revelando que la mente humana conserva muchos rastros del pasado de la especie, estableció un vínculo entre  mitos primitivos o arcaicos y los símbolos producidos por el inconsciente, y que encontramos en los sueños. Gracias a estas investigaciones y otras más, los mitos ya no son burdas fábulas elaborados por mentes infantiles, sino estructuras universales de lo real, términos del  lenguaje de lo sagrado. He ahí la explicación del interés que despiertan.